Diez años y dos maridos después coincidí con él a las puertas del juzgado. Tenía menos pelo y una mirada que seguía encendiendo hogueras.
“Te hacía trabajando para la Comisión Europea”, dijo, mientras se asía con fuerza de mi brazo y me besaba en la comisura de los labios. “He vuelto hace poco.” Respondí. Y sin intentar soltarme, salimos juntos a la calle dejando atrás pleitos, apelaciones y veredictos.
Empezamos la tarde compartiendo los últimos años frente a unas copas de vino y un menú que apenas probamos. Y la acabamos enredados nuestros cuerpos y mirándonos ensimismados.
Constaté entonces, tras haberla buscado por medio mundo, que la clave de la felicidad seguía residiendo en sus ojos.
(Publicado en el III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados Marzo 2011)
“Te hacía trabajando para la Comisión Europea”, dijo, mientras se asía con fuerza de mi brazo y me besaba en la comisura de los labios. “He vuelto hace poco.” Respondí. Y sin intentar soltarme, salimos juntos a la calle dejando atrás pleitos, apelaciones y veredictos.
Empezamos la tarde compartiendo los últimos años frente a unas copas de vino y un menú que apenas probamos. Y la acabamos enredados nuestros cuerpos y mirándonos ensimismados.
Constaté entonces, tras haberla buscado por medio mundo, que la clave de la felicidad seguía residiendo en sus ojos.
(Publicado en el III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados Marzo 2011)
1 comentario:
Cuando tenemos la necesidad de justificarnos, somos capaces casi de cualquier cosa y la más recurrente suele ser engañarnos nosotros ismos...felicidad!!!
...RS
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