31 agosto 2005

EL TABACO MATA


Veo en las noticias de hoy, que un conductor se ha liado a tiros con un peatón. No dan más detalles. Dicen que se desconocen por el momento. A decir verdad, tampoco los necesito para empezar a imaginar un tipo a punto de ser atropellado en un paso de peatones por alguien que ha ignorado su preferencia o que quizá simplemente se ha despistado. Y entonces va el peatón y le monta un pitote al conductor: "Tú, Gilipollas, ¿estás ciego o que pasa contigo? ¡Me cago en tu madre! ¿No ves que tengo preferencia? Casi me mata el Gilipollas éste".

Así me imagino al peatón, con el corazón saliéndosele por la boca y remarcando bien la "G" de Gilipollas.

Y claro, a nadie nos entusiasma que sin preámbulos nos mencionen a la familia. Y mucho menos que nos remarquen la "G". Además, ¡pobre conductor! como si uno no tuviera derecho a despistarse. A ver ¿quién es el guapo que nunca mete la pata?

Habría que decir, no obstante, en favor del peatón, que hay despistes y despistes. No es lo mismo cargarse a alguien, que poner una "G" de más en un texto o gritársela a un conductor que se salta un paso de peatones. Eso por no hablar de la falta de glamour que tendría morir por despiste ajeno. Ya puestos, si te han de matar, que sea con motivos. Fundados o no, ya se discutiría. Pero que no sea por ser invisible.

Quizá nuestro pobre conductor estaba simplemente encendiéndose un cigarrillo. Ya se sabe lo difícil que estar en dos sitios a la vez. Controlar a todo el que salta impunemente a los pasos de peatones (por mucho derecho que tenga) mientras uno intenta hacer diana con la punta del pitillo en los hierritos incandescentes debe ser harto difícil. "Dentro de poco ni en su propio coche le van a dejar fumar a uno".

Así me imagino al conductor, cabreado como una mona porque un puñetero peatón le ha remarcado la "G" por un despiste de nada y encima le acusa de intento de asesinato. "¿De qué va este imBécil?" Se dice, remarcando a su vez la "B", mientras aprieta fuertemente los labios y piensa que ese tipo no tiene motivos para acusarle de intento de asesinato, que el nunca ha querido matar a nadie, que sólo quería fumarse un cigarrillo, y que si el jodido peatón en vez de ir vestido de gris mimetizándose con el asfalto se hubiera vestido de rojo y hubiera movido los brazos avisando, seguro que él le habría visto de reojo por fuera de los hierritos incandescentes.

Pero el peatón, dale que dale, taladrándole el oído con el "casi me matas" y venga a hablarle de su madre y a remarcarle la "G" una y otra vez. Hasta que nuestro conductor, decide eliminar el "casi" de la ecuación, saca una pistola, le pega tres tiros y lo mata.

Antes de subir al coche y hacerse a la fuga, mira al suelo. El traje gris ha quedado salpicado por varios lunares rojos. Ahora sí que se le ve perfectamente, rojo sobre gris, junto a una colilla humeante.

No creo que al próximo coche que pase por aquí le vuelva a pasar desapercibido.

25 agosto 2005

RESACA


Mi última gran cogorza: Ayer.

Digo última, no porque crea que no volverá a ocurrir, aunque a decir verdad, al día siguiente siempre me lo digo: "juro que es la última vez". Pero como ya soy perro viejo (he masculinizado mi sexo en esta frase porque lo de perra vieja no me suena bien) voy a intentar no caer en ese error otra vez. Sé que habrá otras. Así que por el momento, lo dejo así: la de ayer fue la última (hasta que llegue la siguiente).

No os dejéis engañar del todo por esta "tarjeta" de presentación. Leyendo esto podría parecer que el alcohol corre por mis venas como el agua por el tobogán de un parque acuático y que una va todo el día cocida de bar en bar. Nada más lejos de la realidad. Soy una mujer sana, bastante sensata y en aceptable forma física.

Por lo demás, hace años que dejé de fumar. Mi mayor vicio a fecha de hoy es el trabajo. Y del único otro vicio que tengo, los hombres, me estoy quitando, pues las resacas que me provocan no se me pasan con ibuprofeno ni paracetamol y me duran muchos días (cuando la exposición ha sido muy intensa pueden durarme hasta meses).

Esta decisión, que a muchos puede parecer drástica y desproporcionada, es fruto de un riguroso estudio que he realizado. Una es analítica por naturaleza, cualidad bastante coñazo, si queréis que os sea sincera, pues estoy todo el día mareando datos. Imagino mis neuronas jugando al squash con pelotitas de información que rebotan por los recovecos de mi cerebro, órgano que cuanto más se usa, más en plena forma se conserva. De lo que deduzco que el mío debe andar hecho un chaval. Y por más que mi médico insista en que los mareos que sufro tienen su origen en las cervicales, yo sé que es el maldito squash.

Para que el estudio tuviera fiabilidad y la muestra fuera representativa del universo masculino, seleccioné individuos de lo más variopinto: diferente raza, edad, nacionalidad, estado civil... incluso con opiniones políticas contrapuestas. Después de someter todos los datos a un exhaustivo análisis, la conclusión resultante es que tengo una alergia terrible a los hombres y por si fuera poco los síntomas presentados varían de una ocasión a otra, dependiendo del sujeto causante de la alergia.
Semejante panorama hace muy difícil que una pueda saber en que momento entra en contacto con la sustancia para actuar de forma preventiva y evitar exposiciones innecesarias. Todo intento hasta la fecha, ha sido inútil. Salgo corriendo ante individuos inocuos y con los altamente contaminantes me relajo. Mi sistema inmunológico está hecho una pena y ni siquiera es capaz de crear anticuerpos.

Es por todo lo hasta aquí expuesto que, en un acceso de cordura (que no sé cuanto me durará) he decidido eliminar a los hombres de mi dieta habitual. Lo malo es que tengo una predisposición natural a empezar las dietas mañana y a retomar la rutina de ir al gimnasio la semana que viene.
Y como sigo conservando el vicio de beber que me relaja la voluntad...
¡Qué maldita resaca que tengo! ¡Juro que es la última vez!