24 diciembre 2011

Distorsiones


A Ramón nunca le había tocado la lotería de Navidad; el único premio que había recibido en su vida era una nariz ganchuda, salida del bombo de su madre y del de la lotería genética.
Se miró al espejo, ahí estaba ostentosa, precediéndole ante el mundo, restándole siempre protagonismo; un excedente de milímetros que de haber sido corredor hubiera supuesto una ventaja competitiva, favoreciendo la aerodinámica de su rostro y anticipando su llegada a meta. Pero su único objetivo en este momento era llegar a Reyes con el ánimo intacto y sin dejarse impregnar en exceso por el espíritu “naviñoño” que este año se le antojaba de un dulce superlativo y le estaba tocando el apéndice nasal.
Seguía contemplando su imagen cuando, de repente, sintió un fuerte picor en la nariz y, acto seguido, la fuerza de un estornudo desplazaba violentamente su rostro hacia adelante, haciéndole impactar contra el espejo.
Horas después, en el servicio de urgencias, un médico con expresión apesadumbrada le comunicaba que tenía roto el tabique nasal. Ramón, sin pensarlo dos veces, se le colgaba del cuello y con lágrimas en los ojos repetía:
-¡Gracias doctor, muchísimas gracias! ¡Soy feliz!
“Será la Navidad” reflexionó para sí el doctor, quien sin entender demasiado, trataba en vano de desprenderse de aquel abrazo espontáneo cuyo origen atribuyó al espectro navideño que se le antojó más pringoso de lo habitual.
¡Felices Fiestas a todos! (con unas gotitas de limón)

16 diciembre 2011

IRENE EN NEGATIVO (film)

Versión cinematográfica de mi relato "Irene en negativo" a cargo de José Velazquez y Richard Bridge. 



Entre líneas


Germán escribe. Está cansado. Ya no ve el teclado. Pero sigue escribiendo. En el periódico le han dicho que sus lectores aprecian sus artículos por todo aquello que se calla, por lo que puede intuirse en los espacios que habitan entre palabra y palabra. Pero él, por más que mira y relee sus textos, es incapaz de ver más allá.
Poco a poco, día tras día, aumenta el espacio entre vocablos y la distancia entre renglones. No pasa mucho tiempo hasta que deja de escribir, eliminando de sus artículos esos molestos caracteres negros que interfieren en la lectura.
-Ahora mis lectores pueden leer entre líneas a sus anchas –argumenta ante su editor el día en que le presenta una hoja en blanco.
Lo han despedido.

10 diciembre 2011

El sueño de un genio


Desatinos


Puede que fuera cosa del destino que Marieta fuera a parar a la cafetería donde Ernesto leía plácidamente una novela. Irrumpió en el local hablando a voz en grito por el móvil y arrastrando, con la otra mano, al fruto de sus entrañas cargado con una abultada mochila llena de libros, que debía contribuir a hacer de él un hombre de provecho, pero tan solo había conseguido provocarle una desviación de columna.

Para Ernesto aquella aparición fue un desatino. Aficionado al café, gustaba del placer de la lectura en su cafetería habitual; un lugar de luz cálida, cómodas butacas, gente discreta y música suave. Pero tras la irrupción de Marieta y su criatura, había sido incapaz de pasar página, se distraía en cada coma y perdía el hilo en cada punto y aparte.

Marieta pidió un agua para ella y un zumo envasado para su retoño; de haberse molestado en leer la etiqueta, habría visto que apenas contenía un 4% de zumo de frutas. El chiquillo, que además se ser hijo de aquella mujer, lo era de su tiempo y de una alimentación industrial rica en toxinas y azúcares, padecía un trastorno de hiperactividad con el que torturaba a todo el que tenía a su alcance, excepto a su madre, que se mostraba inmune a su falta de educación y parecía haberse vuelto sorda a los agudos grititos que emitía desde cualquier ángulo de local, reclamando su esquiva atención:

-¡Mamá, mamá, mira! ¡Mira lo que hago, mamá! ¡Mamá…!

Mamá, en vez de mirarle o de levantarse, de cogerlo por una oreja y obligarle a estar sentado un rato o de pegar un grito ella misma y poner fin a la algarabía, parloteaba por el móvil ajena en cuerpo y alma a las correrías del fruto de su vientre, que estuvo a punto de hacerse compota tras tropezar con el pie de Ernesto y abrirse la cabeza.

Ante el cambio de ritmo en los gritos proferidos por el chico, la madre levantó la vista, cortó en seco la conversación y se apresuró a socorrer a su niño llevándoselo entre aspavientos y alaridos al hospital, a que le curasen la brecha abierta en su cabeza, que había dejado un charquito burdeos en el suelo.

Ernesto respiró aliviado, volvió a meter el pie bajo la mesa y, mientras se arrellanaba en su butaca preferida, pensó "hasta el destino necesita de vez en cuando que le echen un cable".

02 diciembre 2011

Traiciones

“Creo que Carlos me engaña.” Dijo Carla y apuró su café. Por un momento pensé confesarle que sí, Carlos la engañaba y era el responsable de mi reciente sonrisa. Pero, escudada tras las gafas de sol, opté por encender un cigarrillo y seguí con la mirada perdida en los transeúntes. A fin de cuentas, Carla me traicionó primero.


(Relato seleccionado para ser publicado en el libro "Bocados Sabrosos" en el "I Concurso de Microrrelatos ACEN")