28 mayo 2011

REINCIDENTES

Diez años y dos maridos después coincidí con él a las puertas del juzgado. Tenía menos pelo y una mirada que seguía encendiendo hogueras.

“Te hacía trabajando para la Comisión Europea”, dijo, mientras se asía con fuerza de mi brazo y me besaba en la comisura de los labios. “He vuelto hace poco.” Respondí. Y sin intentar soltarme, salimos juntos a la calle dejando atrás pleitos, apelaciones y veredictos.

Empezamos la tarde compartiendo los últimos años frente a unas copas de vino y un menú que apenas probamos. Y la acabamos enredados nuestros cuerpos y mirándonos ensimismados.

Constaté entonces, tras haberla buscado por medio mundo, que la clave de la felicidad seguía residiendo en sus ojos.


(Publicado en el III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados Marzo 2011)


CAMBIO DE GUARDIA

1º premio del lº Certamen Internacional de ‘microrrelatos’ La Gangsterera (2011)

Detuve mi vehículo frente a la casa y apagué las luces. Me esperaba otra larga noche por delante. Tenía la cámara y el micrófono unidireccional preparados, y un arma en la guantera, por si acaso.

Días atrás, una atractiva mujer se había personado en mi oficina sin avisar y, mientras me hacía entrega de un sobre cerrado, comentó: ”quiero pillar a mi marido con las manos en la masa corporal de alguna de sus amiguitas.” Dentro del sobre: fotos, direcciones habituales y ciertas rutinas. Entonces añadió: “No le pierda de vista. En especial, cuando parezca seguir la rutina.”

El eco de sus palabras se perdió en la moqueta que forraba las paredes y que supongo debí sustituir hace mucho por una buena mano de pintura. Pero me resisto a perder esa seña de identidad que a veces sobrecoge a mis clientes y les predispone a pagar y largarse cuanto antes.

Los días de aquel hombre transcurrían tal y como mi clienta había anticipado. Cumplía escrupulosamente con las rutinas y horarios previstos como si sus pies fueran conducidos por un riel invisible.

Empecé a investigar sus noches. No me sorprendió comprobar que eran tan reiterativas como sus días. Incluso las salidas nocturnas de mi clienta se integraban perfectamente en las rutinas de su cónyuge. Todas las noches desaparecía al poco de llegar él, como si se hubieran repartido el uso de aquel domicilio por franjas horarias. Algo no encajaba. En la agenda de aquel hombre no había lugar para la improvisación ni para las infidelidades.

Una noche, decidí romper las pautas y vigilar a mi clienta. Puse un GPS y un micro en su coche. La seguí. Condujo hasta la ciudad y se detuvo en una calle céntrica. Fue entonces cuando vi a mi mujer entrar en su coche y fundirse ambas en un profundo abrazo mientras mi clienta le susurraba: “Tranquila, mi amor. Mi marido no va a moverse de casa esta noche. Y el tuyo sigue allí, vigilándolo.”

Creo que fue entonces cuando abrí la guantera.

22 mayo 2011

La Faraona

No me llamo Nefertiti. Y tampoco soy egipcia. Aunque empecé a utilizar este nombre un día que buscaba seudónimo para presentarme a un concurso literario. Primero fue la firma del relato, luego abrí una cuenta de gmail para hacer el envío de forma anónima. Y poco a poco, una cosa llevó a la otra.

Me compré un sombrero cónico. Empecé a estirar mucho el cuello hacia adelante y a sacarme fotos de perfil, que colgué en mi nueva cuenta de facebook www.facebook/nefertiti/ Ya tengo más de 2.000 seguidores.

He sustituido la almohada cervical y el colchón de látex por un par de sarcófagos que adquirí en una sala de subastas. ¡Son tan monos! Marcos no acaba de acostumbrarse, pero yo disfruto enroscándome en las sábanas y luego cierro la tapa del sarcófago. Se está calentito y no me despierta la luz de la mañana, ni sus ronquidos.

A Marcos tampoco le gusta mi nuevo look. Me pinto los ojos con una gruesa raya negra que se alarga hacia la sien, mi pelo se ha vuelto lacio y oscuro como el azabache y voy engalanada de pies a cabeza con escarabajos forrados de oro y lapislázuli. No se ha tomado muy bien mi inversión, ni mi amor por lo que él llama despectivamente “esas bestias”.

En fin, espero que se le pase pronto el enfado. Mañana vienen a hacer un bajorrelieve en el salón con nuestra imagen de perfil y no me gustaría pasar a la posteridad de morros.

Nefer