10 diciembre 2008

BLACK COFFEE


Es domingo. Me siento en una cafetería a leer tranquilamente el periódico. Casi sin levantar la vista de la lectura, pido un café solo al camarero.

Paseo por las páginas de actualidad internacional, me salto las de política nacional, no quiero empezar el día de mal humor; cuando llego a las de economía, comienzo a sospechar que algo pasa con mi café. Aunque no tengo prisa. Sigo leyendo. Cuando llego a los horóscopos levanto la vista. Al fin, entre las mesas, un hombre avanza dubitativo con una taza de café en la mano. Pienso: “Hace tanto que se lo pedí que ya no recuerda que es para mí.” Le hago un gesto con la mano, se aproxima, deposita el café sobre la mesa y, acto seguido, se sienta frente a mí.

No he tomado el primer café de la mañana y estoy somnolienta, pero conservo la suficiente lucidez para saber que no es habitual que el camarero se siente a contemplarte sonriente, en espera de que tomes la consumición. "¿Será una nueva estrategia de marketing?" se me ocurre. Y en seguida me imagino pidiendo un capuchino 
con 15 minutos de conversación sobre política o quizá no, mejor un café solo aderezado con la charla de una amiga del alma, mínimo una horita, que ya que me pongo...


Pero al poco, vuelvo a la realidad de la cafetería, donde todo sigue exactamente donde estaba, el camarero al otro lado de la taza, sonriendo, mirándome... Empiezo a sentirme incómoda. Pero él, lejos de percatarse, da un paso más y se presenta: 


–Hola, soy José.

Tan sólo acierto a responder un “hola” flojito. Y observo atónita que José, parece tomarse su trabajo muy en serio, coge el sobrecito de azúcar y se disponer a endulzar mi café. "¡Pero si yo no tomo azúcar!" Pienso, pero no me atrevo a proferir palabra y él aprovecha  para darme conversación de nuevo: 



-¿Así que eres argentina?

Lo miro perpleja y respondo: 



-¿Argentina? 


Entonces añade: 

-¿Eres Valeria? ¿verdad? En el chat me dijiste que...


Por inercia, miro hacia la barra. El camarero, inconfundible con su bata blanca, me mira y hace un gesto como si acabara de recordar algo. Dos mesas más allá, una mujer le pregunta: -¿Tenés pastelisshhoss de crema?



28 noviembre 2008

ESTOCADAS


THE RAIN IN SPAIN, WITHOUT PLANE
Originally uploaded by C.M...


-Camarero, esta fideuà sabe a cuerno quemado.
Oigo decir a uno de los comensales de la mesa de al lado. Y aunque nunca he probado un cuerno churruscado, le compadezco y me alegro de haber pedido paella.
Susana, con quien comparto esta comida de domingo, está ausente. Juega con los granos de arroz, moviéndolos de un lado a otro con la punta del tenedor.
-Inés, creo que Didac me está poniendo los cuernos. –Suelta a bocajarro.
El sabor de los cuernos (en plural y sin chamuscar) me resulta más fácil de identificar. Amargo. Sin duda. Aunque según el ángulo pueden tener un sabor agridulce.
Levanto la vista del plato y la miro fijamente, como esperando un gesto que me confirme cuan segura está de su afirmación, mientras busco algo apropiado que decir.
Susana sigue concentrada en su plato, moviendo el arroz de norte a sur, esquivando cigalas y mejillones.
Al fondo, un camarero dice:
-Señor, aquí hacemos la fideuà tostadita. Pero no está quemada, nadie más se ha quejado.
-¡Si te digo que sabe a cuerno quemado es que sabe a cuerno quemado!
Me cuesta imaginar un cuerno quemado. Lo único que me viene a la cabeza es un festejo popular en que se envuelven las astas de un toro con algodón y esparadrapo, para luego prenderles fuego. Me pregunto si el que acuñó la expresión tuvo ocasión de probarlos.
Susana continúa:
-Estoy completamente segura, Inés. Ultimamente, Didac llega siempre tarde a casa. Además, está como ausente y dice que necesita más tiempo para sus cosas. 
Callo y observo. He perdido el apetito. Calculo que a estas alturas, la paella debe haberse enfriado.
-Sé que hay alguien más, Inés. –Insiste Susana.- Por las noches sueña con ella y repite un nombre: Kittie, Kittie... ya sabes que viaja a menudo a Hamburgo... 
En otra mesa próxima, unos comensales rubios y rojos por el exceso de sol y de alcohol, piden su tercera jarra de sangría. Los niños, aprovechando el relajo de sus progenitores, han cogido una cigala cada uno y juegan a la guerra de los monstruos con brazos-pinza, dejando un rastro de arroz amarillo sobre el mantel.
No he llegado a probar las cigalas de mi paella. No sé si coger una y unirme a la guerra de monstruos con los niños gamba o explicarle a Susana que Kittie no es alemana y que la conozco mejor de lo que quisiera en ese momento...
El camarero, al ver que nuestra paella sigue casi íntegra en los platos, se acerca y nos pregunta:
-¿Algún problema con la paella, señoras?
Susana sigue lloriqueando, incapaz de ver al camarero, a quien hago un gesto para que nos deje solas.
-No sé que cuernos les pasa hoy a los clientes. –Murmura mientras se aleja.
Me siento francamente incómoda. Aunque, sin duda, el ángulo de Susana es el más amargo... En mi móvil,  un mensaje de Didac: "Kittie, tengo ganas de verte". 


26 octubre 2008

PUNTO G

Contemplo con alivio que nuestros políticos no pierden el sentido del humor. Acaban de regalar parte de mi sueldo (y también del tuyo) a los banqueros y ahora se dedican a celebrarlo buscando el punto G. Nuestro Presidente va como loco con el tema: “con el formato que sea, G-1, G-8, G-14 o G-20...” mientras la oposición le sugiere que se preocupe por los G-800.000.

Sin duda, son como púberes con las hormonas revueltas e hiperactivos. El anterior se nos iba a las Azores a jugar al Monopoli y éste se nos acaba de ir a Pekín donde según palabras textuales se reúnen “no sólo para hablar...” me pregunto qué otras actividades tendrán en la agenda.

Pero aunque esté lejos, nuestro Presidente no se olvida de nosotros, manda mensajes de tranquilidad a los 800.000 parados y asegura que “en España existe una red de protección” cosa que no usan ni en el Cirque du Soleil; quienes puede que tengan más y mejor experiencia que nosotros como circo, pero a payasadas y malabarismos para llegar a fin de mes, no nos ganan.

Vivimos en la era del fast-food, del speed-dating, de los debates de 59 segundos improrrogables. No me extraña que nuestros adolescentes (los que de verdad tienen 15 años) hayan reinventado el lenguaje omitiendo la mayor parte de los símbolos o sustituyéndolos por otros más rápidos, más visuales... y en ocasiones, indescifrables. En esto se parecen también a nuestros políticos.

Y observo con estupor (lo de observar es un decir, pues a oscuras la observación no se me da demasiado bien) que algunos aseos pueden llegar a sabotear los escasos momentos de alivio que uno se regala a lo largo del día, con un temporizador que determina de antemano el tiempo que se necesita: treinta y cinco segundos. Ni uno más.

A todas luces, insuficiente.

Te quedas a oscuras. Y, por supuesto, a medias.

Como para ponerse a buscar el punto G.

25 septiembre 2008

¡QUÉ NARICES!

Casi cuarenta años parece que le ha costado a nuestra princesita darse cuenta de que no respiraba bien. Aunque dicen las malas lenguas, que la recomendación no ha venido de los médicos sino de su marido, harto de pasar la noche en blanco oyendo sus ronquidos reales.
Muy bien no estoy de la vista, pero diría que también se ha operado el mentón.

No dudo que si lo ha hecho, habrá sido también por prescripción médica, por terribles problemas a la hora de masticar. A lo mejor es ésta la causa de su extrema delgadez...

Supongo que es cuestión de tiempo que un día no pueda abrocharse el botón superior de las chaquetas. Pero que nadie sufra por ella, la silicona se pone en un plis plas y además, no necesitará recurrir a la VISA para renovar vestuario.

Con un poco de suerte, no tendrá que salir el sexólogo de la familia a dar explicaciones: -Este equipo de facultativos considera que el heredero tiene las manos desproporcionadamente grandes. Pero como no es oportuno cortárselas, nuestra recomendación es proporcionarle algo con más consistencia para que pueda agarrarse debidamente. Confiamos en que esta medida impedirá que el miembro real siga alicaído.”

Este siglo XXI promete. Está claro que el feminismo se extinguió casi antes que los dinosaurios. Según lo que nos venden las primeras damas, el futuro ya no está en estudiar, ni siquiera en trabajar por menos sueldo, sino en convertirse en la costilla perfecta (y por supuesto, la más elegante, según Vanity Fair).

Creo que como protesta, voy a emular a Sean Connery y me exiliaré a las Bahamas (decisión más apetecible que hacer huelga de hambre, para qué nos vamos a engañar...)

Costilla resultona busca morcilla para hacer barbacoa.
Interesados mandar un sms al 007 indicando BAHAMAS.
(Abstenerse chuletones)

17 julio 2008

PÓNTELO, PÓNSELO. O el banking seguro

Hace un par de días, tuve que hacer cola en una oficina bancaria (más de 30 minutos). Uno espera que ya que pagamos comisiones de todo tipo (comisión de mantenimiento de la tarjeta, comisión de mantenimiento de la cuenta, comisión de mantenimiento de los vicios del director de la sucursal y del presidente del banco…) que le atiendan con cierta celeridad y eficiencia.


Mientras hacía cola (al menos la sucursal estaba fresquita y no pasaba calor) andaba yo pensando que no estaría de más que tuvieran suficiente personal para no hacernos esperar media hora…

-Es que es fin de mes. Se iba excusando el joven e inexperto cajero cliente tras cliente.

¡Fin de mes! Ese evento ¡harto impredecible! Nunca sabe uno en qué fecha exacta caerá fin de mes… como para predecirlo. Un fin de mes traidor, lleno de clientes que no deberían pasar por caja, que para eso están los cajeros automáticos, okupados por indigentes malolientes (si son interiores) o con el riesgo de que alguien te ponga una navaja al cuello (si están a pie de calle) y te obligue a vaciar la cuenta...

¡Fin de mes! ¡Terrible e impredecible acontecimiento! Ni que estuviéramos hablando de tempestades o infartos… eso sí que llega sin avisar y no está programado en los calendarios…

Se veía a la legua que al joven cajero no le habían dado un mínimo de formación para ser autónomo. No sólo iba generando cola en su lado, sino que además interrumpía con frecuencia a su compañera (que gestionaba la cola de al lado) para solicitar su constante apoyo técnico. Por un momento casi sentí lástima por ambos. Insisto: por un momento.

Por fin llegó mi turno y el joven cajero me preguntó:

-¿Qué desea?

Con todo el sigilo de que fui capaz le respondí:

-Sacar dinero. –Confiando en que al bajar mi tono, entendiera que deseaba que mi operación fuera algo íntimo, casi como un secreto entre los dos.

-¿Cuánto?

-Mil quinientos euros.

A lo que replicó:

-MIL ¿CUÁNTO?

-Quinientos.- Susurré, mientras lo asesinaba con la mirada.

El banco estaba repleto de gente apiñada tras de mí haciendo cola. Pensé que con un poco de suerte no lo habrían oído.

Pero entonces, tras hacer un intento por gestionar mi petición, puso cara de agobio y gritó a su compañera:

-¡Laura, el sistema dice “Importe máximo permitido superado”!

En aquel momento le hice algún comentario a cerca de la confidencialidad. Él me miró como si yo fuera de Marte y, con toda la parsimonia del mundo, se puso a contar todos los billetes (de 50 y de 20) encima del mostrador y en presencia de todos los presentes.

Sólo les faltó aplaudir.

Yo salí a la calle con los mil quinientos euros y sintiéndome como un adolescente en una farmacia.
-¿Cómo los quieres? ¿Sensitive? ¿XXL?

-*****

-¿Caja de 6 ó de 12?

-Mejor, póngame una caja de aspirinas…

15 marzo 2008

SI BEBES...

see you in hell

Parece que el Vaticano acaba de lanzar al mercado una nueva gama de pecados capitales. Consumir drogas, atentar contra el medio ambiente o la acumulación de riqueza son algunas de las novedades que ha puesto a disposición de los pecadores.

Me pregunto si ha sido a petición de Satanás, que perdía cuota de mercado. Es posible que, al igual que hacen algunos mandatarios, hayan sacado las nuevas normas con el objetivo inmediato de recaudar (almas, en este caso).

O quizá hayan hecho un estudio para detectar tendencias y han llegado a la conclusión de que a los pecadores de hoy hay que incentivarlos con nuevos eslóganes. No os extrañe que a partir de ahora en las cajetillas de tabaco, en lugar de: “fumar mata”, se lea: “si fumas irás al infierno”.

Cuando pienso en el infierno, inevitablemente viene a mi cabeza la imagen de un agujero de profundidad inmensurable, en el que las angustiadas almas de los pecadores gritan y se retuercen entre las llamas del fuego eterno.

Es muy probable que esa imagen, digna de El Bosco, se colara en mi libro de historia del arte o en el catecismo, con algún objetivo pedagógico. Supongo que surtió efecto. Memoricé a pies juntillas los siete pecados capitales y los diez mandamientos, aunque no siempre fuera capaz de cumplirlos y no acabase de entender qué quería decir “desear a la mujer de tu prójimo”.

Fue una época entretenida. Siempre a cuestas con el ángel de la guarda, el gusanillo de la conciencia y el ojo de Dios en su triángulo equilátero contabilizando faltas.

Pienso, no obstante, que con los nuevos pecados no estoy en peligro. Hace años que reciclo. La acumulación de riqueza siempre se ha mostrado esquiva conmigo. Y la manipulación genética me cae muy lejos.

Aunque, por si acaso, cualquier día de estos iré a confesarme:

-Padre, confieso que he pecado... ayer salí a cenar con un amigo y... nos tomamos una botella de vino...

-(...)

-sí, Padre, la botella entera... y luego...

-(...)

-pues... nos fuimos de copas.

-(...)

–no, Padre... eso no... con tanto alcohol...


Menos mal que, gracias a Dios, soy atea.