26 octubre 2008

PUNTO G

Contemplo con alivio que nuestros políticos no pierden el sentido del humor. Acaban de regalar parte de mi sueldo (y también del tuyo) a los banqueros y ahora se dedican a celebrarlo buscando el punto G. Nuestro Presidente va como loco con el tema: “con el formato que sea, G-1, G-8, G-14 o G-20...” mientras la oposición le sugiere que se preocupe por los G-800.000.

Sin duda, son como púberes con las hormonas revueltas e hiperactivos. El anterior se nos iba a las Azores a jugar al Monopoli y éste se nos acaba de ir a Pekín donde según palabras textuales se reúnen “no sólo para hablar...” me pregunto qué otras actividades tendrán en la agenda.

Pero aunque esté lejos, nuestro Presidente no se olvida de nosotros, manda mensajes de tranquilidad a los 800.000 parados y asegura que “en España existe una red de protección” cosa que no usan ni en el Cirque du Soleil; quienes puede que tengan más y mejor experiencia que nosotros como circo, pero a payasadas y malabarismos para llegar a fin de mes, no nos ganan.

Vivimos en la era del fast-food, del speed-dating, de los debates de 59 segundos improrrogables. No me extraña que nuestros adolescentes (los que de verdad tienen 15 años) hayan reinventado el lenguaje omitiendo la mayor parte de los símbolos o sustituyéndolos por otros más rápidos, más visuales... y en ocasiones, indescifrables. En esto se parecen también a nuestros políticos.

Y observo con estupor (lo de observar es un decir, pues a oscuras la observación no se me da demasiado bien) que algunos aseos pueden llegar a sabotear los escasos momentos de alivio que uno se regala a lo largo del día, con un temporizador que determina de antemano el tiempo que se necesita: treinta y cinco segundos. Ni uno más.

A todas luces, insuficiente.

Te quedas a oscuras. Y, por supuesto, a medias.

Como para ponerse a buscar el punto G.

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