08 septiembre 2005

LA FAMILIA ES LO PRIMERO


Dejad que os cuente mi última aventura con la familia. No, la mía no, a esa más o menos la tengo a raya. Aunque suele ser la propia la que le trae a uno de cabeza, en este caso fue la de otro, la de un desconocido.

Regresaba a casa tarde, tras una larga e intensa jornada de coche. Era de noche. No suelo conducir habitualmente por lo que estaba agotada y necesitaba urgentemente descansar. Ya tenía agujetas hasta en los tobillos de tanto darle a los pedales. ¡No podía más!

Di una vuelta. Otra. Otra. Nada.

Cuando ya estaba por cambiar de ruta y alejarme, me pareció que la suerte me sonreía. Digo me pareció, porque la noto un tanto esquiva conmigo últimamente y no me fío. Sinceramente, no sé qué motivos tendrá, sólo espero que se le pase pronto o que la tome con otro, por ejemplo, el desconocido con familia que conducía el vehículo que, a fin de cuentas, es quien inspiró esta historia.

Cuando le vi maniobrando me dije feliz y en voz alta: "Ese es para mí". Refiriéndome al espacio para aparcar (que quede claro) no al tipo que conducía la furgoneta negra, una de esas que parecen armarios y suelen pertenecer a personajes que no voy a describir. No por nada, pues la descripción habría sido de lo más jugosa. Que conste que me reprimo porque tengo una malsana y crónica costumbre de recrearme en los estereotipos y si no la controlo...

Pero volviendo al asunto que nos ocupa, estaba yo felizmente parada tras la furgoneta negra con cristales oscurecidos cuando, de repente (primera señal de que algo no iba bien) la ventanilla del acompañante se baja y un mocoso sonriente me hace un gesto de negación con el dedo. En ese momento, con la habilidad que me caracteriza para transformar la realidad cuando no encaja dentro de mis expectativas, pensé: "¡qué mono! Se está despidiendo."

Sin darle más vueltas al gesto del chaval, decidí seguí esperando a que el vehículo finalizase su maniobra. Fue tan sólo al cabo de unos segundos, cuando pude constatar que la realidad es como es, por más que me empeñe en modificarla. Una furgoneta idéntica a la anterior se estaba estacionando delante de la otra, con claras intenciones de usurpar el sitio que pacientemente estaba yo aguardando.

Suerte que una tiene recursos para dar y vender. Y, siempre que puedo practico la ecuanimidad (sobre todo si es a mi favor.) Además, en este caso, hasta un examinador de carné de conducir me habría dado la razón. Vehículo A sale del aparcamiento. Vehículo B (el mío) lleva rato esperando. Vehículo C llega después. Solución: Preferencia para B. ¡Vamos! cantado y sin lugar a dudas.

Así que cuando la furgoneta A, con mocoso por copiloto, sale del aparcamiento, el vehículo B, o sea yo, entra de morros sin dar opción a furgoneta C, la clónica, a meter su culo en el hueco. Entonces A, en vez de seguir felizmente su camino (según es lo habitual en estos casos) da marcha atrás, se estaciona a mi altura, baja la ventanilla negra del conductor, tras la que aparece un tipo muy peculiar (cada cual que rellene la ausencia de descripción del personaje con cosecha propia, que yo no quiero meterme en líos) que me dice: "ejte sitio ej pa él". Señalando al vehículo C (de clon).

Yo, que no me dejo impresionar fácilmente y en aquel momento debía tener las neuronas atontadas de tanto conducir, le expongo con paciencia y claridad la lógica de mi argumento. Todo ello expresado del modo más directo posible y sin metáforas, no se fuera a perder el hombre con tanta letra.

El caso es que mientras iba hablando, empiezo a analizar la situación y me doy cuenta de la relatividad de mis teoremas en aquel contexto. Estoy rodeada por dos tipos a bordo de sendas furgonetas-armario, a los que poco importa mi habilidad para interpretar el código de circulación, ni mi poco práctico sentido de la justicia.

Ya estaba empezando a incomodarme y a buscar desesperadamente la manera de salir del atolladero y del aparcamiento, cuando aquel personaje esgrimió el argumento definitivo: "ejque eh pa mi primo".

"¡Haberlo dicho antes!" Pensé, mientras asentía con la cabeza, reculaba en todos los sentidos y desaparecía rápidamente en busca de otro hueco; a poder ser, sin parientes cercanos.

1 comentario:

C. Mayo dijo...

;) Despistada que es una!

Por cierto, eres mi primer comentarista. Gracias por tu visita.